Aunque el turbión de zulus lucía abrumador y muchos llegaron a entrar en lucha cuerpo a acuerpo con los defensores, las descargas cerradas de los soldados del 24 empezaron lo que terminarían sus bayonetas. Cuando al fin la marea humana empezó a debilitarse, los cuerpos de los atacantes se amontonaban en una masa sanguinolenta de azagayas, escudos y víceras humanas.

Enfrentando resueltamente esa peligrosa distracción, Chard, Bromhead y Dalton, armados con rifles con bayonetas caladas, dirigieron la heroica defensa exhortando continuamente a los hombres del 24. Incendiando el techo de paja del hospital, los zulus forzaron la evacuación del mismo en medio de un salvaje combate cuerpo a cuerpo. En el proceso murieron once de los treinta y seis pacientes del hospital.
El perímetro fue reducido dos veces para consolidar las pérdidas producidas por esta segunda y formidable avalancha humana que los defensores a duras penas rechazaron. Poco antes del amanecer del día siguiente los zulus desataron su último intento contra la Misión, en este caso descendiendo desde el norte y atacando el “kraal” en el extremo oeste del perímetro defensivo. Esta vez se encontraron con un nuevo impedimento. Los cadáveres amontonados de más de 400 de sus propios guerreros les dificultaban el paso.
Exhaustos, hambrientos y ya resignados a la derrota, los hombres de Dabulamanzi cruzaron el río Búfalo de regreso a Zululandia. Dejaban casi 500 muertos sobre el terreno, llevándose con ellos más de otros cien mal heridos, muchos de los cuales perecerían más tarde. Las pérdidas de los defensores fueron relativamente más severas: Quince muertos en combate, entre ellos un Administrador de abastecimientos (“Acting Storekeeper”) llamado Alexander Byrne (“no relation”), dos que morirían más tarde y siete mal heridos. Casi todo el resto de la guarnición había sufrido heridas menores.
No menos de once Cruces Victoria, el equivalente británico a la Medalla de Honor norteamericana, fueron otorgadas a los defensores de Rorke’s Drift. Sus recipientes fueron además de los tenientes Chard y Bromhead, el Comisionado Dalton, el Cirujano-Mayor Reynolds, un gigantesco suizo cabo de la policía de Natal llamado Schiess (quien ya herido y paciente del hospital, fuera nuevamente herido defendiendo la Misión), más otro cabo y cinco de los soldados del Regimiento 24.
Lo importante y significativo para mí en la defensa bravía de Rorke’s Drift y la razón de la breve narración que hago de la misma en este trabajo, es la enseñanza tanto práctica como ética en las virtudes de la resistencia a todo trance frente a la agresión irracional y homicida. Existen situaciones en las que tratar de escapar es totalmente impráctico y en las que la única posibilidad razonable de sobrevivir consiste en defenderse con uñas y dientes, sin dar ni esperar cuartel. Esa es la moral de la epopeya del río Búfalo, en la que los defensores lucharon sin descanso y vencieron contra toda esperanza, a pesar de enfrentar una desventaja numérica de cuarenta contra uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario