A finales del mes de enero de 1879, empezó otra costosa campaña colonial del otro lado del Océano Atlántico. Los historiadores británicos la llaman “Zulu War”, que se traduce al castellano como Guerra con los Zulus. En realidad el conflicto entre los intereses coloniales británicos de la era victoriana y los Zulus del Rey Cetshwayo en nada se parecía a nuestra insurrección, excepto en el membrete de “guerra colonial”.La violencia entre Gran Bretaña y Zululandia, localizada en lo que es hoy la República de Sur Africa, fue breve y sangrienta. Ese conflicto que terminara con la destrucción del reinado zulu, tuvo dos enfrentamientos memorables: Isandhlwana, donde más de mil soldados coloniales fueron en dos horas abrumados y muertos por un aguerrido y disciplinado ejército zulu (“Impi”, en dialecto bantú) y, horas después, la Misión de Rorke’s Drift, en la que un pequeño destacamento colonial de poco más de cien hombres se defendiera con éxito y durante más de diez horas rechazara a los vencedores de Isandhlwana.
Isandhlwana y Rorke’s Drift no fueron las únicas batallas importantes en esa guerra: En Ulundi, capital de Zululandia, se terminaron las hostilidades con el aniquilamiento de las fuerzas de Cetshwayo, la quema de su “kraal” y la subsiguiente captura del reyezuelo zulu. Pero Ulundi fue más una masacre de “cafres” que una batalla formal.En Ulundi se enfrentaron por primera vez armas de fuego automáticas de tiro rápido (Gatling guns, las “armas de destrucción masiva” de la época) contra las azagayas de los nativos. Las fuerzas coloniales sufrieron un muerto y menos de diez heridos a cambio de las vidas de miles de guerreros zulus, quienes se inmolaran en cargas suicidas contra el impenetrable “cuadro” británico.
Situada a un cuarto de milla al suroeste de un recodo del Río Búfalo llamado Rorke’s Drift, la Misión era en 1879 la residencia de un ministro evangélico sueco llamado Otto Witt, su esposa y tres hijos pequeños. Al invadir Zululandia los británicos, el jefe supremo de las tropas invasoras, Lord Chelmsford, había destacado allí una pequeña guarnición consistente en parte de la compañía B del batallón 2do del Regimiento 24 (84 hombres en total), a las órdenes del Teniente Gonville S. Bromhead. Al mismo tiempo, un grupo de zapadores dirigidos por el Teniente John R. Chard de los “Royal Engineers” construía un puente de pontones sobre el río.
El perímetro de 400 yardas de la misión contenía una casa-almacén-iglesia, un hospital y un corral alto, lleno de ganado, del tipo que los “afrikaners” llaman “kraal”, además de excusados y otras estructuras menores. El almacén afortunadamente se encontraba lleno de sacos de maíz y cajas de panecillos, que los defensores usaran con gran eficacia para construir reductos.Al saberse el resultado desastroso del encuentro en Isandhlwana, el Teniente Chard asumió la dirección de la defensa con Bromhead como segundo al mando, aceptando el juicioso consejo de un civil, el Comisionado James Dalton. Dalton correctamente aconsejó contra la retirada, llamándola suicidio colectivo. El muy experto Dalton había sido sargento mayor por muchos años y entendía que la mejor posibilidad de supervivencia consistía en atrincherarse y resistir.

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